Biografia

Jacques Maritain nace en París el 18 de noviembre de 1882 en una familia protestante; el padre Paul es abogado, la madre Genevieve Favre es hija del diputado republicano Jules Favre, tenaz opositor de Luis Napoleón.

Jacques frecuenta el liceo Henry IV, donde hace amistad con Ernest Psichari, nieto de Ernest Renan, y donde demuestra enseguida una vivaz vocación intelectual.

Terminado el liceo se inscribe en la Sorbona, titulándose en filosofía y después en ciencias naturales; en esos años manifiesta simpatías por el socialismo humanitario, y es justamente en ocasión de una manifestación a favor de los estudiantes socialistas rusos perseguidos por el Zar, que encuentra a Raissa Oumançoff, nacida en 1885 en Rostov, sobre el Don, en una familia de hebreos ortodoxos.

Los dos jóvenes están insatisfechos del clima cientista, escéptico y relativista de la Sorbona, y desesperados -como desesperada estaba su entera generación- mientras meditan en el suicidio encuentran en el College de France a Bergson, el cual, explicando Plotino, les abre la esperanza de otros horizontes y caminos de la verdad. La amistad con Charles Peguy y León Bloy, testigos de fe y libertad intelectual, acerca a los esposos Maritain al cristianismo, y en la Iglesia Católica recibirán el bautismo en 1906.

Los primeros años de enseñanza (1909 -1926)

Después de una estadía de dos años en Heidelberg para estudiar biología con Hans Driesch, los Maritain vuelven a París donde Jacques inicia su actividad didáctica y cultural enseñando filosofía en el Colegio Estanislao y en el Instituto Católico, colaborando con diversas revistas, entre las cuales “La revue universelle”, cercana al movimiento de la Action Francaise.

Fue el Padre dominicano H. Clérissac que dio a conocer a los Maritain la filosofía de Santo Tomás, que constituirá, como metodología de búsqueda, el punto de referencia de toda la obra maritainiana en metafísica, política, estética, pedagogía, filosofía del derecho, a partir de “La filosofía bergsoniana” que marca el alejamiento de su Aprimer maestro. La adhesión al tomismo no significa para Maritain un rechazo de la filosofía moderna, sino una revisión crítica de las contribuciones que “Los tres reformadores, Lutero, Cartesio, Rosseau” (1915), no obstante sus unilateralidades, han dado al desarrollo de la cultura y de la modernidad.

Maritain se proclama a sí mismo en aquellos años “Antimoderno” (1922), pero reivindica una perspectiva “ultra moderna” afirmando la libertad de conciencia y la autonomía de la razón; y a una búsqueda esquemáticamente organizada alrededor de los cánones de la deducción lógica, opone la atención a la experiencia, frente a los principios de la razón. Así, cuando con Raissa escribe “Arte y escolástica” (1920), estudia directamente la obra de los pintores, escritores, músicos con los cuales estrecha amistad.

Crítico de autores, corrientes y sistemas de pensamiento, vive al interior de éstos y quiere en alguna manera captar en vivo su principio espiritual y hallar su justificación -a veces también en manera polémica- esforzándose siempre por solidarizar con la inteligencia y su sed de verdad.

Pero aquellos años son para él cruciales, como para toda una generación de intelectuales – Pío XI en 1926 condena a la Action Francaise e invita a los católicos a abandonar el movimiento nacionalista. Maritain abandona a Maurras y en la “Primacía de lo espiritual” (1927) aclara -no sin sufrimiento- su posición, distinguiendo los diversos niveles de la acción social, política y eclesial. Estaba en la vigilia de su compromiso político que debía hacer de él uno de los autores más leídos de su tiempo.

El período de Meudon (1927-1939)

Los Maritain habían hecho de su casa en la periferia de París, a Meudon, un cenáculo de encuentros y debates; era frecuentada por filósofos, teólogos, y escritores como Cocteau, Mauriac, J. Green, Claudel; pintores como Rouault, Severini, Chagall; músicos como Satie, Lourié, Strawinsky, para recordar solamente los nombres más significativos. Una Europa culta y que pensaba, en un tiempoA en el cual la cultura de la crisis difundía reflejos de rendición y la angustia de citas siniestras que rondaban por los aires, se reunía alrededor de los Maritain en la esperanza y preparando trozos de futuro.

En los primeros años ’30, en el fervor del debate abierto en la Societe Francaise de Philosophie, al cual participan E. Wilson, L. Brunschwiegg, M. Blondel, E. Bréhier, Maritain define el estado y la naturaleza de la filosofía cristiana: la pone a fundamento de la política, del derecho, de la pedagogía.

En “Los grados del saber, distinguir para unir”, analiza los distintos niveles del conocimiento, desde la física de Einstein a la mística de San Juan de la Cruz. El “proyecto filosófico” de Maritain emerge así a la luz.

Las viejas disciplinas tomísticas asumen un atractivo nuevo e innovador. Pensamientos antiguos entran con fuerza renovadora en el debate, y la inteligencia puede esperar entonces de no perder nada de su lucidez, haciéndose discípula de una tradición. “Nova et vetera” -un golpe de ala inesperado llega a los debates y a los horizontes culturales de los cristianos de la época, que se miden con los desafíos de las crisis de las democracias y con el avanzar de los totalitarismos.

En el período de Meudon, Maritain no sólo define su posición filosófica, sino que orienta claramente su compromiso político. En 1932 hace amistad con E. Mounier; colabora en la fundación de la revista “Esprit”, promueve y suscribe numerosos manifiestos políticos contra la guerra en España (no considera al General Franco un “libertador”) y contra la invasión italiana de Etiopía; pero no se inscribe en ningún grupo, movimiento, partido político, porque quiere conservar su independencia de filósofo, comprometido en la lucha política en nombre de los principios morales y no de los intereses particulares de un grupo.

Hombre de gran pasión civil, Maritain -intelectual ni de derecha ni de izquierda como el mismo se auto define en la “Carta sobre la independencia” (1935) – es espíritu sin partido. En 1936, sobre la base de una serie de conferencias en Poznan en Polonia, en Santander en España, en Montreal en Canadá, publica “Humanismo integral”, que fue objeto en América y en Europa de violentas polémicas, pero que contribuye en la formación cultural de numerosos movimientos políticos de inspiración cristiana y orienta el “ideal histórico concreto” de enteras generaciones.

Superando al concepto marxista de “clase” y al fascista de “nación”, Maritain recupera el concepto de “pueblo” (“cuerpo político”) como sujeto y protagonista de la vida política. El sostiene que para gobernar no es suficiente actuar “iluminísticamente” “para el pueblo”, sino que precisa “existir con el pueblo”, compartir su vida, sus esperanzas y sentimientos profundos: hasta el punto, a veces, de resistir al aspecto más inmediato y emotivo de la sicología de masas, para llegar al corazón de lo vivido y de los valores de la gente.

Comunitario contra el individualismo, Maritain es personalista en contra de la ideología de la sociedad de masas. En la tragedia que la humanidad europea vive a fines de los años ’30, él sueña con un rescate, una resurrección espiritual de las fuerzas libres y que piensan: un futuro moral que renueve la cara de la democracia y haga de ella una cosa del hombre, es decir una cosa de personas. En los años de la guerra, con al centro aquella sugestiva proclamación del renacimiento de la conciencia democrática que es “Cristianismo y Democracia”, Maritain combatió una batalla justa, la cual, durante la estadía americana, encontrará también las ocasiones y los encuentros para ser re programada.

El Período Americano (1940 – 1960)

Maritain había dictado cursos de filosofía en América desde 1932, ya sea en Canadá y en Estados Unidos, como en algunos países de América Latina; se encontraba en Toronto, en el Instituto de Estudios Medievales, cuando la policía nazi fue a buscarlo a Meudon en 1940. Tuvo que quedarse con Raissa en Nueva York, donde su casa, en el Greenwich Village, se volvió en un punto de encuenAtro de los intelectuales y artistas franceses y belgas en exilio. Con ellos Maritain organizó una fundación universitaria, l’Ecole libre des Hautes Etudes, en el cual enseñaron hombres famosos como el físico Jean Perrin y el historiador del arte Henry Focillon, y siguió las actividades editoriales de las Editions de la Maison Francaise, con las que publicó algunas de sus obras como “Los derechos del hombre y la ley natural” y “Cristianismo y Democracia”.

Maritain apoyó a la resistencia en Europa y sus “Messages”, transmitidos por la radio Voz de América, fueron presencia y acción en la Europa en guerra. En una pequeña obra, “A través del desastre” (1941), que tuvo también una edición clandestina en Francia, sugería la colaboración entre católicos e izquierdas democráticas, la conciliación entre cristianismo y democracia.

En América, Maritain se interesó en los problemas pedagógicos, con R. Hutchins y Mortimer Adler, y difundió los estudios “liberales” en contra del activismo radical de los pragmáticos. Sus lecciones en la Universidad de Yale, “La Educación al bivio” (1943), se volvieron, no sólo en América, un clásico en la historia de la pedagogía.

En 1945, al término de la segunda guerra mundial, el General De Gaulle quiso nombrar a Maritain Embajador francés ante la Santa Sede, cargo que el filósofo aceptó de mala gana, porque lo habría distraído de sus estudios, comprometiéndolo en la actividad diplomática; pero él lo ejerció con grande compromiso y autoridad. En Roma organizó el Centro Cultural S. Luis de los Franceses, invitando a los más significativos representantes de la cultura francesa a asistir a lecciones y conferencias.

Jefe de la delegación francesa en 1947 en la Asamblea de la UNESCO en Ciudad de México, tuvo un rol decisivo en la elaboración de la “filosofía” de la UNESCO y de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de las Naciones Unidas. Se quedó en los Estados Unidos hasta 1960, enseñando en algunas prestigiosas universidades (Notre Dame, Princeton, etc.).

El conocimiento de la realidad política americana y su amistad con Ives R. Simon, filósofo de la democracia, llevó a Maritain a definir su propuesta política en una serie de lecciones en la Universidad de Chicago, que constituyeron el fundamento del volumen “El Hombre y el Estado” (1949), clásico del pensamiento político contemporáneo. Raissa, que había publicado un libro sobre Chagall, continuó junto a Jacques también en América a cultivar sus intereses en el campo del arte y de la estética, participando en los ambientes literarios y artísticos. Las conferencias en la National Gallery of Art de Washington fueron recogidas e ilustradas en el volumen “La intuición creadora en el arte y en la poesía” (1953).

El período de Tolosa (1961 -1973)

Durante su estadía americana, después del breve período romano, Maritain hace frecuentes viajes a Francia para dar conferencias, participar en debates, cuidar las ediciones francesas de sus obras. Y en Francia, Maritain y sus amigos publicaron una declaración programática, “Sagesse”, en la cual son recuperadas y profundizadas las motivaciones culturales que habían animado las reuniones del período de Meudon. En 1960 muere Raissa, durante una estadía en París; Jacques, destruido y sin defensas, habiendo perdido la compañera con la cual había compartido tantas batallas culturales, como anota en su “Diario” (1967), decide quedarse en Francia y retirarse con los Pequeños Hermanos de Jesús en Tolosa.

Quería quedarse fuera del debate cultural, pero el Concilio Vaticano II, cuyas muchas páginas él había preparado, lo compromete; y al final del histórico evento se expresará con “El campesino de la Garona”, cuya aparición abre un debate muy vivaz. Puede ser que el viejo ermitaño había urdido su palabra en las viejas llagas, en los antiguos maniqueísmos de muchos cristianos (“conservadores”, “progresistas”, etc.); puede ser que una vez más estaba fuera de tiempo por haber anticipado los tiempos; a lo mejor ciertas asperezas eran la característica de un amor que no renunciabaA a la lucidez.

Retirado del mundo, los últimos años del octogenario filósofo conocen, a través de una incansable actividad, una segunda juventud intelectual. Ciertas páginas de “Approches sans entraves” llevan el mensaje de una libertad e independencia de la inteligencia y del corazón que pueden ofrecer la clave de lectura de una entera bibliografía, la que, más allá de un cierto pesimismo al término de la carrera del protagonista, ha incidido sobre nuestra época más profundamente de cuanto el mismo Maritain no sospechase.

En realidad sus escritos, con aquella incansable vigilancia y con el inquieto presagio de “otra cosa” que los hacen vibrar, no han todavía ultimado aquel potencial de libertad y de pasión por el hombre, que los han hecho compañeros de tantos caminos de búsqueda por enteras generaciones.

Aún gimiendo por esta pasión, el 28 de abril de 1973, el viejo combatiente entra en el sueño eterno: cierra sus ojos sobre el proyecto de un estudio sobre “Las dos grandes patrias” (publicado después de su muerte por “Le Monde”), testamento espiritual y utopía al mismo tiempo, que nos restituye la figura de un hombre que vivió entre los hombres con la mirada hacia el futuro, hilo rojo de una vida y de una inteligencia inquieta.